Platicando con una amiga, respondiéndole a
una duda, le decía que nadie me enseñó a escribir. A escribir decentemente,
porque a escribir y a leer me enseñó la seño Elvia de primero de primaria hace
ya bastantes años. Y es que nunca he asistido a un taller o a una clase de
escritura. No creo que sea algo extraordinario, simplemente así pasó.
Así que ella me nombró escritor
autodidacta, como parece corresponder a quien no recibe instrucción para
aprender algo.
Aunque después lo pensé nuevamente y no
creo haber aprendido a escribir, más bien, creo que descubrí que podía hacerlo.
Pienso que ya estaba en mí y sólo hacía falta que me pusiera a explorar, que lo
manifestara. Bueno, que lo manifestara y que venciera a los peros de mi baja
autoestima que reclamaban que no era lo suficientemente bueno para mostrar lo
que tecleaba.
Y pensándolo un poquito más, creo que la
misma situación pasó con mis otras pasiones. Nadie me enseñó a dibujar,
simplemente comencé a hacerlo de pequeño y mejoré con la práctica. Y lo mismo
pasó con la cantada. Sólo canto porque me gusta y años después lo puedo hacer
decentemente, al menos no piensan ¡que ya se calle ese maldito entusiasta del
micrófono!
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