Hay palabras que poseen cierta carga, que tienen
un significado muy específico, palabras que llevan consigo el peso de un
sentido, quizá por tradición, por costumbre. Igual pasa con ciertas frases que
se van abriendo paso a través del tiempo, para seguir vigentes, ideas que uno
entiende pero no sabe a ciencia cierta su porqué.
Son palabras y frases que heredamos de
nuestra sociedad o de nuestra familia. Los significados familiares son
especiales porque sólo los comparte un pequeño número de individuos que pueden
descifrar a la perfección el código. En mi caso, saber la diferencia entre
“chuchear” y “escalonear”, que a últimas fechas podría cambiar a “chequear”. O
ese significado sonrojante de la palabra “pajarraco”.
Creo que ya me he desviado bastante de lo
que supuestamente quería decir. Quería referirme a la condición humana, al
significado de la palabra humano. Porque los días y los años me muestran que
quizá ese otro significado que le damos a esa palabra, en la que adjetivamos
como humano un gesto de nobleza, de altruismo puro o de procuración
desinteresada del otro, no es lo humano. Es más bien una excepción.
Lo humano parece ser la barbarie, la
venganza, el rencor, la ofensa: la búsqueda constante por ser el último que
ría. Las actitudes viles que se justifican con ese infaltable y nefasto: “pues
es que soy humano”, “es de humanos equivocarse”, “no soy perfecto, soy humano”.
La justificación perfecta para cualquier pendejada es excusarnos en nuestra
humanidad.
Entonces entiendo a todo el que alardea
que entre más conoce a los humanos más quiere a su perro, y en la necesidad de cambiar la palabra que designe la bondad de una persona.
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