El mexicano tiene la piel muy sensible.
Una piel delicadita que se vulnera ante el menor roce, lastimada con el más
pequeño viento. “Jarritos de Metepec” decimos aquí en mi tierra, de Tlaquepaque
en otros lares.
Por eso no es extraño que la gente se encuentre
tan pero tan ofendida con las declaraciones del mandamás de los católicos, el
papa, y las palabras que le dedicó Sean Penn a González Iñárritu.
Imagino que es esa gente que se dice feliz
y orgullosa por el éxito del mexicano, pero que no han visto su película. Que
tampoco se acordarán que Penn actuó para Alejandro en “21 gramos”, por lo que
se trata únicamente de una broma entre amigos. Deberían quejarse igualmente por
la actitud igualada de la señora Chastain que llamó llanamente “chivo” a
Emmanuel Lubezki, quién se cree la tipa.
Pero mis compatriotas mexicas, están mucho
más ofendidos con el santísimo padre. Tanto que lo adoraban y admiraban, y al
hombre se le ocurre decir que no desea que su país se mexicanice. ¡¡¡Por qué
nos exhibe mundialmente, por qué!!!
Pero digo, cualquier argentino con un poco
de información global y de sentido común, no desea, bajo ninguna circunstancia
que en su país se reproduzca el esquema mexicano: el del narcoestado y las
muertes colaterales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario